Cuando el enemigo se vuelve gobierno: el dilema de los talibanes en redes sociales
El regreso de los talibanes al poder en Afganistán después de veinte años ha dado lugar a un desafío para las redes sociales. Mientras los gobiernos del mundo resuelven cómo tratar al nuevo gobierno de este país, las plataformas se enfrentan a un problema donde no caben las dilaciones y esperas propias de la diplomacia: ¿qué hacer con las cuentas que promueven al Talibán y cómo manejar la cuentas oficiales de los nuevos gobernantes?
El 17 de agosto, sólo dos días después de que el presidente Ashraf Ghani dimitiera y abandonara Afganistán ante la entrada de los talibanes a Kabul, Facebook anunció que estaba removiendo todo el contenido que apoyara al grupo armado, en cumplimiento de su política de personas y organizaciones peligrosas. Un portavoz de la compañía le aseguró a la BBC que para esta labor se estaba utilizando un equipo de moderadores suficientemente capacitado para comprender el contexto local y detectar y eliminar las publicaciones.
Twitter, por el contrario, ha preferido no hablar con la prensa sobre su postura, que parece más permisiva. Aunque en 2019 eliminó cuentas relacionadas con grupos como Hamas y Hezbollah, en los últimos días no le ha impuesto ninguna sanción a usuarios que afirman ser voceros del Estado Islámico de Afganistán, como también se denomina al Talibán. Son los casos de Zaabihullah Mujahid, un usuario con más de 300.000 seguidores en esa red social, y de Qari Yousaf Ahmadi quien supera los 70.000.
Por su parte, YouTube ha seguido el mismo camino de Facebook, pero con ambigüedades. El 16 de agosto la empresa informó a la agencia Reuters que para diseñar sus políticas respecto a estos grupos violentos se basaba en la lista de organizaciones terroristas extranjeras del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Sin embargo, el Talibán no hace parte de esta lista. A pesar de eso, un día más tarde, YouTube contó que llevaba mucho tiempo desactivando cuentas operadas por talibanes en su plataforma.
Más allá del carácter extremista y violento de la organización, las plataformas deben decidir qué va a ocurrir con las cuentas oficiales del gobierno que de facto ha quedado en sus manos. La cuenta de la Presidencia de Afganistán tiene cerca de un millón de seguidores en Facebook, mientras que la del Ministerio de Relaciones Exteriores alcanza los doscientos mil. La decisión no es fácil: por una parte, las cuentas pueden convertirse en canales para difundir propaganda y desinformación, por otra, hay un interés legítimo en conocer las comunicaciones del nuevo gobierno.
Como cuenta Abraham Brown en un artículo en Forbes, Facebook podría recurrir a la excepción de interés público para justificar la permanencia de las cuentas oficiales del gobierno afgano. Bajo esta doctrina se permitiría que los talibanes utilicen estos canales por el interés en conocer lo que la organización diga, por más de que sus publicaciones infrinjan las normas comunitarias.
Brown sugiere otro escenario para que las plataformas traten este asunto: permitir que los talibanes accedan a las cuentas y luego, paulatinamente, imponerles sanciones. En todo caso, advierte las exigentes labores de vigilancia que esta alternativa implicaría.
Más allá de los anuncios de las empresas, habrá que esperar a la implementación de las medidas. Por ejemplo, en febrero de 2021, cuando los militares dieron un golpe de estado al gobierno democrático de Myanmar, Facebook anunció, con la misma determinación que ahora, que atacaría el contenido que glorificara la violencia y apoyara al ejército. Sin embargo, unos meses después se descubrió que su algoritmo seguía promoviendo grupos y páginas que los respaldaban.
El panorama afgano podría agravar las dificultades que las plataformas tienen al momento de evaluar el contexto de las publicaciones y aplicar sus políticas acertadamente. El NYT informó que al medio de comunicación pakistaní HumSub le suspendieron su página de Facebook durante 24 horas por publicar un artículo en el que criticaba una columna escrita en otro medio local, donde se elogiaba al líder talibán Mullah Muhammad Omar. Según dijo un editor de HumSub, la sanción se impuso por haber incumplido la política sobre organizaciones y personas peligrosas.
Las redes sociales han hecho parte de la estrategia de los talibanes, quienes se valieron de canales como Whatsapp para comunicarse con la población de los lugares de los que se iban apoderando en su ofensiva hacia Kabul. Muchas de las cuentas de las que se han valido continúan en línea hoy y otras han venido apareciendo en los últimos días. De acuerdo con el New York Times, para el miércoles 18 de agosto, las cuentas vinculadas al Talibán en Facebook crecieron un 120%. En YouTube la reproducción de videos asociados al grupo se ha multiplicado en comparación a los últimos meses.
En situaciones políticas como estas, señala Casey Newton en The Platformer, las compañías prefieren esperar a que los gobiernos tomen las decisiones por ellos. Pero las potencias del G7 tampoco se han aventurado a reconocer la legitimidad de los talibanes como una autoridad política en Afganistán. De momento, el Secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, se ha limitado a decir que las relaciones de la comunidad internacional con el nuevo gobierno afgano “dependen de sus acciones y no de sus palabras”. En el mismo sentido se pronunciaron los ministros de relaciones exteriores de la OTAN, así como el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson.
Las plataformas quedan entonces a su suerte para enfrentar el tráfico de información en un país que se debate entre la inestabilidad, la represión y un inminente riesgo para los derechos humanos. Mientras tanto, las redes sociales siguen siendo un refugio para que los grupos extremistas difundan y amplifiquen sus mensajes.